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1. Conviértete en un gran lector. La
lectura es una de las principales claves del conocimiento. Aprendemos muchísimo
de lo que oímos y lo que vemos, pero fundamentamos el conocimiento transmisible
en lo documentado. Por lo tanto, sin menospreciar otras manifestaciones
excelsas e irrenunciables (¿cómo podríamos hacerlo con obras como La Pasión según San Mateo, el busto de
Nefertari, Los girasoles o El
espíritu de la colmena?), en los textos te esperan cantidades
inabarcables de conocimiento que contribuirán de forma decisiva a tu desarrollo
personal, profundo y complejo. Y no solo hablamos de conocimiento técnico,
práctico o específico, sino sobre el género humano en su sentido más amplio
(incluido el conocimiento sobre ti mismo), y asimismo entretenimiento,
diversión y consuelo.
2. Aprende a escribir y elaborar buenos documentos y trabajos.
Debes dominar la escritura con habilidad investigadora (competencia informacional la
llaman ahora), solvencia lingüística, soltura expresiva, sentido del ritmo,
rigor conceptual, cuidado formal y, algo mil veces olvidado, capacidad de
adaptación al destinatario y al uso previsto del documento. Un documento mal
concebido, descuidado o mal redactado se convierte, a los ojos de quien lo lee,
en un desacreditado reflejo de la personalidad de quien lo escribe.
3. Domina el inglés. Podríamos hablar en general
de las competencias comunicativas, pero prefiero segregarlas. No tengas una
sola duda: tu primer idioma extranjero es el inglés. Luego, si fuera posible,
alguno más (ahí entran en juego los gustos: chino, árabe, alemán, francés,
etc., dependiendo de los intereses profesionales y culturales de cada uno).
Pero la posibilidad de evitar el inglés como lingua
franca y futuro idioma de trabajo disminuye cada día a un ritmo
vertiginoso. Teniendo en cuenta nuestras tremendas deficiencias en su
enseñanza, se hace imprescindible tomar iniciativas personales que garanticen
su dominio. Un profesional maduro sin el inglés pierde oportunidades; pero un
joven, además de perderlas, queda automáticamente bajo sospecha.
4. Aprende a trabajar en equipo. La
vida profesional moderna es inconcebible sin la necesidad y la capacidad de
trabajar en equipo. No solo mano a mano, como en un instituto, sino también con
interlocutores a miles de kilómetros, conectados por Internet, comunicados por
videoconferencia e incluso redactando documentos conjuntos. Y con personas de
otras culturas, otras costumbres y otros códigos de comunicación que
necesitarás conocer suficientemente. Además, trabajar en equipo de forma eficaz
exige previamente un manejo adecuado de la reuniones de trabajo (este tema de
las reuniones requerirá un post futuro).
5. Aprende a hablar en público. Otra competencia
comunicacional para la que el sistema educativo español no prepara
absolutamente nada. La vida profesional y la privada nos ponen a menudo en
situación de hablar ante los demás. Es una lástima que una persona brillante en
privado se vea mermada en público. Los nervios son inevitables al principio, y
solo hay un remedio: sufrirlos unas decenas de veces y entrenarse hasta que
desaparezcan. En otras palabras, el pánico escénico solo se combate como las
agujetas, sufriéndolo muchas veces hasta llegar a superarlo. Y todos sabemos
que al principio parece imposible. Para apreciar en su medida la necesidad de
hablar en público, considera que cualquier persona con habilidades expresivas
es sistemáticamente sobrevalorada en sus otras competencias. Es una especie de efecto halo,
que nos hace creer que quien se expresa bien es más culto e inteligente. Hoy en
día, esta capacidad de hablar en público incluye, por supuesto, la de hacerlo
en inglés.
6. Acostúmbrate a establecer jerarquías. Y esto
tiene su miga, porque implica ponderar permanentemente la realidad para
distinguir la importancia de las cosas, identificar lo relevante, dominar así
el arte de la síntesis y ser capaz de asignar prioridades a las tareas. Es
importante poner las cosas en su orden, según su relevancia objetiva, su
importancia subjetiva y su nivel de urgencia. No todo pesa ni vale lo mismo. El
criterio para escoger eso, hacer en primer lugar esto o dedicar más esfuerzo a
aquello no puede ser el azar. Tienes que desarrollar la capacidad de tomar
decisiones bien ponderadas sobre la marcha. Hasta que se vuelva instintiva.
7. Desarrolla tu capacidad de organización y planificación.
La capacidad de establecer jerarquías es el primer paso para ser una persona
organizada y, consecuentemente, planificada. Sin negarle su papel en la vida,
no podemos dejar que el azar determine nuestras jerarquías ni el caos nos
imponga su horario. Decía Píndaro, y otros muchos han glosado, que "ningún
viento es favorable para quien no sabe adónde va". Como es natural, la
organización y la planificación requieren una alta sensibilidad en la gestión
del tiempo: tienes que cultivar el arte de predecir cuánto necesitas para hacer
las cosas y, establecida la duración, esforzarte en darle un cumplimiento lo
más exacto posible. Y a posteriori, sacar conclusiones de los fallos, sean de
planificación sean de ejecución. La semana que viene volveremos a este tema.
8. Desarrolla tu autonomía. La
autonomía personal, la capacidad de tomar decisiones y abordar todo tipo de
situaciones sin sentirte bloqueado por su dificultad o su novedad, es una
cualidad trascendental para la vida adulta, cuyo desarrollo los padres no
siempre favorecemos y, la mayor parte de las veces, impedimos. La adquisición
de esta autonomía es un proceso complejo. En ocasiones incluso doloroso, pero
sus beneficios son extraordinarios. Sentirte perdido a veces cuando eres joven
te hará encontrar muchos caminos cuando seas adulto.
9. Aprende a conocer a los demás y desarrolla
tu empatía. La
adolescencia es una etapa de ensimismamiento, como consecuencia del proceso de
autoconocimiento. Pero incluso entonces es necesario abrir los ojos a los
demás, conocer y analizar cómo son tus interlocutores, y desarrollar la
capacidad de entenderlos y modular tu conducta en consecuencia. Si no te
esfuerzas en saber a quién tienes delante tropezarás con muchas dificultades
que podrías haber evitado fácilmente y también perderás oportunidades de
aprender. Con una denominación no precisamente muy evidente, los psicólogos lo
llaman "teoría de la mente", refiriéndose a la
capacidad humana para interesarse, suponer y averiguar lo que hay en la mente
de nuestros semejantes, con toda su complejidad. Es decir, para entrar en su
mente. Y es una característica fascinante, quizá de las que realmente nos hace
más humanos.
10. Profundiza de forma equilibrada en la autoestima y la autocrítica.
La vida es complicada sin su buena dosis de autoestima, pero también la
carencia de autocrítica priva a las personas de cosas importantes: la
posibilidad de mejorar continuamente (sin enrocarse en el rancio argumento de
que "yo soy así") y las ventajas de conocer realmente su lugar en el mundo.
La autoestima sin límites o el sentido autocrítico desaforado generan un
desequilibrio que el resto de las personas percibe con claridad. La clave es
considerar que la autocrítica, que a menudo se alimenta de la crítica ajena,
debe estar siempre habilidosamente orientada hacia la mejora.
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